Lic. Juan Manuel Rodea Valencia
Misión Rescate México
En semanas pasadas planteábamos que elegir bien es posible en cualquier momento de la historia, lo que ya no pudimos mencionar es que –como todo en la visión de la economía y otras disciplinas– esta posibilidad tiene una importante restricción, que es simplemente el no tan sencillo arte de simplemente ponerse de acuerdo: valga advertir que una participación sin acuerdos resulta no solamente en problemas sin resolver, sino que estos pueden profundizarse e incluso pueden surgir algunos nuevos, incrementando el caos del que se pretendía huir.
Pensemos pues que en las propuestas de reglas que nos tienen el derecho, la economía y otras ciencias sociales, podemos encontrar aspectos normativos y aspectos positivos: los primeros se explican como “lo que debería de ser” y los segundos como “lo que es y/o ha sido desde que se tiene registro hasta el día de hoy”, y de este modo los mismos factores que originaron inflación durante el imperio romano o la revolución francesa son los que se pueden observar en el siglo XXI.
¿Y esto qué tiene que ver en el diario acontecer para quienes no manejan estos términos?, bueno, pues aquí va el ejemplo de cajón: sigamos con el ejemplo de las comidas familiares, donde hay quienes incluso piden como regla lo siguiente: “por favor, NO HABLEN DE POLÍTICA, RELIGIÓN O FUTBOL EN LA MESA”. Un aspecto positivo es que independientemente de que se haga o no el recordatorio, no falta quien pregunta por el marcador del juego contra Venezuela u otra selección no tan competitiva, un conflicto como el que pudiera suscitarse con obispos que buscan hacer las cosas diferentes o los efectos recientes en la economía que pudiera tener la acción política –aunque quienes conversan no entiendan del todo el tema–.
Bueno, pues si las polémicas son tan desgastantes en algunos casos para algunas personas –hay quien tiene un gusto por “ver el mundo arder” junto a algunas personas con quienes discrepa para una vez terminada la conversación volver a ser tan amigos como siempre–, ¿es estrictamente necesario evitarlas a toda costa?, en contextos específicos de chats vecinales, laborales, académicos o pastorales quizás a criterio de los administradores si haya reglas específicas sobre lo que es preciso compartir y lo que es preciso evitar en el espacio correspondiente, sin embargo hay que tomar en cuenta que en ocasiones es inevitable responder una simple pregunta sin entrar en algún detalle que comprometa la dinámica del canal en cuestión, ¿valen la pena los controles radicales y las reacciones drásticas ante tales casos particulares?
Así como surgen las polémicas dadas las diferentes formas de pensar, puesto que estas últimas generan expectativas tan diferentes como el número de individuos implicados, para que puedan lograrse los acuerdos a los que nos referimos al principio es necesaria una negociación que procure que las medidas que se tomen sean consensuadas y no impuestas, de lo contrario estaríamos generando entornos totalitarios en nuestros propios espacios cercanos que lleven a la formación de lobbies donde quienes se sintieron desplazados en común se agrupen aparte de acuerdo a sus fines y termine generándose en el entorno un ambiente de mayor polarización que aunque sea silenciosa podría estallar intempestivamente si no se atiende el problema de fondo.
No descartamos la existencia de gente conflictiva que no se presta al diálogo y que siempre estará de forma consciente o inconsciente buscando crear problemas donde no los hay, y la disciplina se puede aplicar conteniendo al individuo o expulsándole si es estrictamente necesario, pero no olvidemos que el promedio de los individuos son funcionales y pueden ser correctamente motivados si sus inquietudes son atendidas al no dejar que la censura se torne constante.
Ahora bien, las barreras para entablar el diálogo necesario para lograr esos consensos suelen ser varias preconcepciones diversas que pueden estar sustentadas o no, y un ejemplo de ello es un paradigma que hace algún tiempo llegué a escuchar en algún lugar: “no se debe de mezclar religión con política”. Si pensamos en la cosmovisión judeocristiana que es la referencia teológica más común de occidente, hemos de entender que la Toráh o Pentateuco es un conjunto de preceptos morales que en su momento figuraron como código jurídico para la nación judía primitiva, el resto del Antiguo Testamento –o Tánaj como lo conocen los judíos– contiene en los libros históricos la narración de cómo se administró el pueblo de Israel y cómo incluso tuvo que hacerse política exterior a punta de espada; si bien los Salmos son cánticos de alabanza, algunos de adoración más contemplativa, otros de contrición, otros tantos de súplica y auxilio ante el peligro, y otros más tienen un enfoque místico o filosófico, hay algunos que son de naturaleza completamente bélica (p.e.: “Bendito Yahvéh, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la batalla.”, Sal. 144,1 BJL) y además el mismo que los escribió y que en uno de ellos hay una oración por la paz de Jerusalén –Sal. 122,6-9– fue quien encabezó el asedio de la ciudad para convertirla en la capital de su reino (2 Sam. 5,6-9).
Así le podríamos seguir con el Tánaj o Antiguo Testamento, ya que los libros sapienciales también tienen referencias militares y políticas de la época, aún el Cantar de los cantares que es un libro de poesía coral especialmente pensado en el romanticismo conyugal menciona de forma literaria la opulencia de los recintos reales de Salomón y David y hace referencia a los guardias, sus armas y armaduras y algunas torres como referencia al rol masculino de protección en el constante cortejo en que viven dos esposos enamorados. ¿Qué decir de los profetas, que anuncian los errores y aciertos bajo los cuáles se había conducido Israel mientras esperaba una Alianza más plena que la del monte Sinaí?, de hecho el rol que tuvieron algunos profetas en la historia de Israel fue cercana o equivalente a la que tienen los consejos religiosos que se reúnen hoy en día con los gobernantes para pedirles que cuiden de ciertos temas, o incluso se puede decir que en algunos casos eran como los periodistas hoy en día: anunciaban los hechos al pueblo y a las autoridades, a algunos de ellos costándoles la propia vida como en ciertos países donde la veracidad de las noticias pone en conflicto algunos intereses.
Esto tan solo con el judaísmo, pero el cristianismo no es muy diferente porque además de que es continuidad de este según el mismo Jesús de Nazareth –“No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento.” Mt. 5,17 BJL–, si bien transforma la visión teológica hacia algo más moral y universal, da algunas pautas para santificar la sociedad en su totalidad de manera gradual, por eso es que algunas parábolas utilizadas por Jesús de forma intencional están pensadas para abordar intrínsecamente problemas económicos como la escasez de un bien, aún cuando la finalidad de la parábola es explicar temas meramente espirituales como la necesidad de mantener siempre en la justa medida la Gracia y las virtudes para no flaquear en tiempos difíciles: me refiero a la parábola de las diez vírgenes que esperaban a que pasaran por ellas para asistir a una boda, de las cuáles cinco eran descuidadas y las otras previsoras (Mt. 25,1-13).
Para el cristianismo podría irme así los 27 libros hasta llegar al Apocalipsis que es una síntesis de toda la Biblia, contiene el primer ejemplo de sátira política que puede haber en la historia del cristianismo –Ap. 13– y que de hecho hasta puede entrar en el género distópico: cuál es el papel de Dios y sus fieles para lograr la libertad ante el riesgo de los totalitarismos absolutos que enfrenta la humanidad. Y más allá de la Biblia y su compilación en el Concilio de Cártago, es posible decir que al siglo XXI es una de las organizaciones políticas que más ha resistido el paso del tiempo y que adquiere mayor relevancia en muchos aspectos que algunos organismos creados después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Poco después de eso inició la amenaza de la Guerra Fría y en ese contexto la Iglesia católica celebró el último Concilio al día de hoy, el Vaticano II, cuya línea ha sido dotar a los fieles de más tareas de evangelización, incluida la participación en la vida cívico política muy en la línea de las democracias que emergían ante la tensa rivalidad entre el modo de producción de Estados Unidos y el de la extinta Unión Soviética.
¿Era preciso todo este breviario histórico para ir de forma general hacia la cuestión de las polémicas “actuales”?, más bien trato de demostrar que las polémicas no son algo necesariamente novedoso, siempre ha habido divergencias en el pensamiento porque nadie piensa exactamente igual ni busca exactamente lo mismo, pero podemos encontrar ciertas afinidades. Dicho sea de paso y volviendo al paradigma de “no mezclar política y religión” cuando prácticamente tienen una relación muy estrecha –a pesar de la necesidad de que se diferencien en muchos aspectos que tendrían que tratarse en un escrito aparte–, se ha vuelto viral una opinión de redes que afirma que “Jesús era comunista” y que parece venir de personas que ni siquiera han sido influenciadas por escritos de Alejandro Solalinde, Leonardo Boff o Elsa Tamez.
Si a mi como economista, como creyente o como ambas cosas me preguntaran si Jesús de Nazaret era comunista tendría que puntualizar que El Capital se escribió 19 siglos después de que Jesús realizara el milagro de la multiplicación de los panes, por lo que no aplicaría dicha clasificación, y forzarla sería tan absurdo como decir que los emperadores romanos seguían la línea propuesta por John Maynard Keynes para impulsar la actividad económica con gasto público corriente: si bien ese es el fenómeno que observó Keynes a principios del siglo XX después del crack bursátil del 29 –una recesión– y a partir del cuál elaboró un modelo que consistía en “estimular la economía” aumentando el gasto público –sin que viviera para observar las fallas de su propuesta y los efectos secundarios de seguir esas políticas–, por el orden cronológico no se puede clasificar como “keynesiano” el estilo de la política pública del imperio romano aún cuando las consecuencias de esta fueron similares entonces y en la revolución francesa, por ejemplo; hay un error o falacia nominativa (la inflación que se vio la semana pasada si se puede decir que tuvo tintes keynesianos).
En segunda, aún cuando fuese válido aplicar atemporalmente cualquier clasificación a cualquier hecho, fenómeno o persona, la lógica de las políticas de izquierda que tienen un enfoque intervencionista por parte del Estado –en función a propuestas de exponentes como Marx, Keynes u otros más contemporáneos como Krugman, Stiglitz o Piketty–, tienen como enfoque principal la distribución de los recursos, mientras que el enfoque de los modelos económicos clásicos, neoclásicos, marginalistas, austriacos y otros que han sido catalogados como de derecha es generar la riqueza a partir de la producción: si volvemos a leer el acontecimiento (Mc. 6,35-44), el milagro consistió en convertir cinco panes y dos peces en los panes y peces suficientes como para alimentar a más de 5,000 personas y que sobraran doce canastos. En resumen, si Jesús hubiera sido “comunista”, el acontecimiento hubiese sido conocido como la distribución de los panes en lugar de la multiplicación y no hubiese sido ningún milagro.
Al final del día el consenso actual podría resultar en que a la mejor no todos van a ir a misa el domingo a la misma hora, pero todos se convencieron por lo menos de que es importante ir y lo harán en horarios diferentes, y algunos por alguna razón se convencieron de ir en algún horario en lugar del que tenían contemplado anteriormente. Ya si para alguien el culto definitivamente no es tema de conversación, están los ejemplos más cotidianos como ponerse de acuerdo para pedir un tipo de pizza y que cada quien coma de los ingredientes que pidió, o que se vea una película en la sala de cine más adecuada para vivirla intensamente. Y así pasa con la participación ciudadana haya o no elecciones: si nos organizamos y ponemos de acuerdo cordialmente, es posible lograr el bien común, es decir, lo que es lo mejor para todos más allá de una polémica residual o permanente en un ambiente postelectoral o preelectoral.